6 de abril de 2015

Retrato de joven dama (V)

Retrato de joven dama
Quinta entrega del relato "Retrato de joven dama", una historia de intriga basada en las complicadas relaciones entre tres personas: un pintor recientemente fallecido, un periodista y una mujer que fue la amante de ambos. En anteriores entregas, el periodista redacta la necrológica del pintor y recupera el contacto con su antigua amante que, para su sorpresa, vuelve a seducirle. El pasado, confuso y doloroso, ha marcado sus vidas y aún quedan muchas preguntas por responder.


(Continúa desde "Retrato de joven dama IV")

Desperté solo en la cama, Lola debía haber salido porque el silencio más absoluto reinaba en la casa. No el silencio de la gente que no está haciendo nada, sino el silencio de la ausencia de esa gente, que son dos silencios muy diferentes. Tome una ducha fresca y rápida y conseguí, no sin algún esfuerzo, descifrar el rompecabezas que constituye toda cocina ajena para hacerme un café. Descansado, libre al fin de dolores de cabeza y de tensiones me senté en el sofá para esperar a Lola. Solo entonces reparé en el sobre que había sobre la mesita a los pies del sofá. Lo abrí con cuidado y saqué una larga carta escrita por Lola. Supongo que la escribiría al despertar. Esto es lo que decía:

No he tenido el valor de despertarte. Estabas tan cansado y tenías un aspecto tan adorable durmiendo, que no he podido hacerlo... aunque se me había ocurrido una manera de despertarte que creo que te habría gustado bastante. Bueno, lo dejaré a tu imaginación... o quizás alguna vez pueda demostrártela, ¿quién sabe?

Tal vez sea mejor así, creo que será mejor que te enteres de todo esto por medio de esta carta y no en una conversación en la que me habrías martirizado con preguntas a las que probablemente no sabría o querría responder. Espero de todas maneras que pueda responder a alguna de esas dudas mediante el relato de los hechos que te voy a hacer. Puede que no tenga otra ocasión de satisfacer tu insaciable curiosidad.

Empezaré por contarte, muy resumidamente, el último año de mi vida:

Ricardo contactó el año pasado conmigo por primera vez en al menos quince años. Quería verme y, a pesar de que a mi no me apetecía mucho, insistió de esa manera que tú bien conoces, hasta que finalmente acepté. Me contó que le habían diagnosticado un cáncer, uno de esos inoperable e incurable. A lo sumo le quedaban dos años de vida y no quería pasarlos solo. Se ofreció a dejarme todos sus bienes si me quedaba con él hasta el final y colaboraba en un plan que se le había ocurrido.

Respecto a su esperanza de vida, no fue muy explícito, pero tácitamente me dio a entender que sería él, y no el normal curso de la enfermedad, quien escogería el momento de abandonar este mundo. No quería verse ni que lo vieran en un estado lamentable. En cuanto al plan, ya sabes lo dolido que estaba Ricardo por no haber podido nunca vender sus cuadros con la facilidad y el beneficio que hubiese deseado, así que pensaba desquitarse aunque tuviera que ser después de muerto.

El plan consistía en hacer pasar un antiguo retrato mío por una obra reciente hallada después de su muerte, lo que dispararía su valor. El último cuadro de Ricardo Ares. Ya sabes que me especialicé en Historia del Arte y que trabajo como tasadora independiente para unas cuantas casas de subastas de bastante importancia. Mi papel consistiría en, como experta, autentificar el cuadro y, como heredera, venderlo.

Le hice notar que un embrollo así no era viable. Primero, se descubriría fácilmente que el cuadro tenía veinte años y no era un cuadro reciente. Segundo, la misma persona que vende el cuadro, no puede autentificarlo. El plan que había concebido era irrealizable. Le dije que eso no importaba, que me quedaría con él de todas maneras, que el dinero no tenía tanta importancia... Pero no quiso ni oír hablar de eso. Creo que su plan era para él más importante que la compañía que pudiera ofrecerle. Me pidió que me marchase. Ya se le ocurriría algo, dijo. Me llamaría cuando tuviese un nuevo plan.

Pasaron los meses sin recibir ninguna llamada. Yo ya temía que hubiese muerto o empeorado drásticamente antes de poder concebir o llevar a cabo ese nuevo plan. Entonces, hace seis meses, me llamó al fin. Me dijo que había atado todos los cabos y que el plan era perfecto. Me pidió que viniese una vez más para mostrarme todos los detalles y, si aceptaba, quedarme ya junto a él hasta un final que presentía próximo. Vine y, como te dije, he pasado los últimos seis meses junto a él. El plan era, ciertamente, perfecto. Ahora verás...

Ricardo pasó los seis meses entre mi primera y mi segunda venida copiando el antiguo cuadro. O sería más exacto decir que usó el cuadro en el que yo había sido modelo, como modelo para su nuevo cuadro. Tuvo que ser un infierno para él, al menos la última fase, debido a que se agotaba rápidamente y las fuerzas ya no le respondían. Era, al final, la sombra del muchacho fuerte y vital que conociste hace tiempo. Me conmovió ese esfuerzo sobrehumano dedicado a copiar mi retrato y el resultado, como verás, es soberbio... Mucho mejor que el antiguo, a pesar de ser una fiel copia.

Eso solucionaba la primera pega del plan original. Ahora teníamos el genuino, auténtico último cuadro de Ricardo Ares y, por añadidura, era magnífico. Pensamos que «Retrato de joven dama» es un buen título, ¿a ti qué te parece? Bueno, verás... ahora la cosa se pone interesante. La solución al segundo punto creo que solo podía habérsele ocurrido a un genio como Ricardo. Efectivamente, me designó heredera de todos sus bienes, excepto de ese último cuadro, del que (no sé si lo habrás adivinado ya) tú eres el heredero. Con una cláusula añadida: si vendes el cuadro en los próximos diez años, la mitad del dinero me corresponde a mí.

He sondeado a mis contactos y creo que podríamos sacar fácilmente entre quince y veinte millones. Ocho o diez millones por cabeza, no está mal, eh... Entiéndeme bien, esto no es ningún timo. El cuadro realmente vale eso, Ricardo hizo un trabajo formidable. Es lo mejor, con diferencia, que nunca haya pintado. Te puedes fiar de mi criterio o usar el tuyo propio, que me consta que también es bueno.

En fin, hasta aquí la historia de Ricardo. Ahora, como hablamos ayer, solo quedamos tú y yo. Yo también tengo un plan, que ahora voy a explicarte. Por favor, no me juzgues mal, esto no tiene nada que ver con lo que pasó anoche entre nosotros ni mucho menos con lo que pasó hace veinte años. De hecho, se le ocurrió a Ricardo.

Sé que todavía me quieres: lo sospeché desde el momento en que te vi ayer; lo supe al ver cómo respondiste a mi primera insinuación, yendo a esconderte como un niño asustado. Cuando te cogí de la mano, te traje aquí y te hice el amor... entonces supe que, no solo me querías, sino que nunca habías dejado de quererme. Cuando fingiste ignorar que pronuncié el nombre de Ricardo, en lugar del tuyo, supe que seguirás queriéndome pase lo que pase. Era todo lo que necesitaba saber. A mi me costaría trabajo describir lo que siento por ti. Es posible que no sea amor, la verdad es que no lo sé. Sería, te lo aseguro, un sucedáneo más que aceptable que no serías capaz de distinguir si no te lo digo, como te lo estoy diciendo ahora. Recuerda tus pensamientos de anoche y atrévete a decirme que no estoy en lo cierto. Como ves, estoy siendo totalmente sincera contigo, no quiero que pienses que te quiero manipular. Lo podría haber hecho si lo hubiese querido, tu rendición incondicional de anoche lo demuestra, pero he preferido no hacerlo. Creo que Ricardo lo hubiese preferido así y, al fin y al cabo, todo esto lo hacemos por él, ¿no?

Esta es mi propuesta: vende el cuadro ahora (ya te he dicho que podemos hacerlo en muy buenas condiciones) y, además de los ocho o diez millones de tu parte, me tendrás a mí. Quizás tengas la tentación de no vender porque pienses que diez años pasan en nada. Es un motivo que puedo entender, a lo mejor a ti se te ocurre algún otro que no puedo adivinar, pero da igual... el resultado, sea el motivo que sea, será el mismo: no me volverás a ver.

Así que ya ves... aún después de muerto Ricardo sigue siendo el centro alrededor del cual giramos. Pero no hace falta que lo mencionemos más, como te dije, ahora esto solo nos atañe a ti y a mí.

Ayer te reproché que no te importó nada perderme. Quizás fui un poco cruel, estoy segura de que te importó. La cuestión es saber cuánto te importó. Bueno, ahora se te presenta una oportunidad para evitar perderme por segunda y última vez. ¿Harás algo esta vez, o dejarás que me aleje sin más?

Ardo en deseos de que me demuestres cuánto te importo. Para mí es más importante ese gesto que me demuestre lo que te importo que el dinero, lo creas o no.

P.S. El cuadro está en el estudio, al final del pasillo. No busques el original, el que pintó hace veinte años. Aunque no tiene ningún valor monetario, para mí sí lo tiene. Verás que yo también soy capaz de arranques sentimentales.

(Continúa en "Retrato de joven dama VI")

No hay comentarios:

Publicar un comentario