La canción del viernes

Semanalmente -siempre que sea posible- publicaré, acompañados de una canción, unos pequeños fragmentos de algo que se podría calificar como crítica musical express. Tienen su origen en una vieja tradición que comparto con unos amigos con el nombre de, lo habrán adivinado, La canción del viernes.

Cada semana -a poder ser en viernes, claro, cosa que no siempre sucede- nos mandamos una canción acompañada de un pequeño comentario para presentar al resto algún grupo o tema. Los requisitos son que pensemos que puedan gustar al resto y que (presumiblemente) no sea conocida todavía por los miembros del selecto club. Como ven, todo rodeado de grandes incertidumbres y suposiciones, como cualquier otra magna tarea condenada al fracaso, ya sea la lucha por evitar que Roma cayese a manos de los bárbaros o la conquista de la luna.

Por tanto, como todas las buenas intenciones, esta tradición está sometida a idas y venidas, a abandonos y recuperaciones. No creo que a estas alturas nadie se acuerde ya de cuándo empezó, pero es posible que se remonte al siglo pasado, aunque -todo hay que decirlo- ha estado mucho más tiempo inactiva que en vigor. Alguna de esas rachas fue documentada en un blog, hoy extinto, que tenía por título precisamente "La canción del viernes", y que también incluía algunos otros contenidos, todos relacionados con la música.

La razón de incluir mis aportaciones aquí es, sobre todo, que disfruto enormemente escribiendo sobre música. La música y la literatura son dos de mis principales pasiones, justo por debajo de comer y respirar, por lo que combinarlas es un paso natural. Muchos de mis relatos incluyen, de una manera u otra, la música. Pero claro, siempre a través del filtro del narrador o de algún personaje. Esta es la vía más directa que tengo para escribir sobre música sin personaje interpuesto. También me motiva la esperanza de que estas humildes e ilusionadas recomendaciones puedan llegar a más de tres o cuatro personas, con cinco o seis me conformaba.

El porqué algo merece la pena o tiene alguna pega, y hasta que punto es disculpable esa pega en su contexto, en última instancia es algo muy personal. El verbalizar esas intuiciones y preferencias estéticas he descubierto que es un ejercicio enriquecedor que ayuda, al igual que cualquier otro tipo de literatura, a conocerse a uno mismo y a disfrutar más plenamente del objeto de la escritura, en este caso la música.

Las aportaciones de esta nueva etapa se pueden encontrar aquí, bajo la etiqueta La canción del viernes