10 de abril de 2015

Entre la creación y la recreación. Jolie Holland

Jolie Holland, aplicada alumna que progresa adecuadamente
Esto de las referencias e influencias en la música pop es un deporte muy popular entre críticos y aficionados de postín por razones obvias. En una manifestación cultural en la que el cultivo de alguna determinada tradición es piedra angular –y, tristemente, en algunos casos única razón de ser– no debe extrañar lo más mínimo. Pero hay ocasiones en que las etiquetas pueden pesar demasiado y sofocar la carrera del nuevo artista sujeto a riguroso escrutinio y odiosas comparaciones.


¿Cuántos artistas han sucumbido a la pesada losa de ser "el nuevo Dylan"? Más de los que pueda recordar y tenga la paciencia de citar, así que les ahorraré el trago. Se pueden hacer una idea buscando la frase "the new Dylan" en Internet y entreteniéndose con las más de 30.000 referencias que encontrarán.

Este fenómeno es cultivado con gran dedicación por los departamentos de marketing de las compañías discográficas y por sus bien aleccionados artistas. Si alguien no se ha dado cuenta de los posibles similitudes entre la música de algún joven prodigio y la de alguna gran estrella simplemente escuchando sus canciones, descuide que basta leer un par de reportajes o entrevistas para darse cuenta de por dónde van los tiros. El nombre del gran artista con el que se desea ser asociado saldrá a relucir una y otra vez. En muchas ocasiones es culpa de la pereza de los periodistas que se limitan a fusilar el dossier de prensa remitido por la discográfica, en otras el paralelismo es tan obvio que es imposible ignorarlo.

El caso de la artista de esta semana, Jolie Holland, creo que tiene un poco de los dos ingredientes; las similitudes son claramente apreciables (al igual que las diferencias y los matices que los separan), pero la insistencia en ellas llega a ser un poco irritante. Es prácticamente imposible encontrar un reportaje, una entrevista o un comentario sobre ella en el que no se mencione a Tom Waits, cosa entendible hasta cierto punto pero explotada hasta la saturación. Véanla y juzguen ustedes mismos.



Es evidente que se mueven en terrenos similares y tienen querencia por ambientes parecidos: ebrias serenatas de folk mutante, traqueteante blues añejo, jazz narcotizante o fantasmales apariciones de espectros salidos de viejas fotografías de las calles de New Orleans o de antiguos discos de pizarra. Incluso su evolución es, hasta cierto punto, paralela. De unos inicios folk-rock con suaves aires jazz a un sonido más encrespado y convulso. Pueden parecer bastantes similitudes (las suficientes, en cualquier caso, para que sea justificable la comparación), pero no hay que llevarlas más allá. Los dos pueden ser vecinos del mismo pantano, pero Waits se sumerge en el barro, se pelea con las sanguijuelas y los mosquitos y a veces es difícil saber si sigue siendo él o es el espíritu ululante de un ahogado; Jolie, en cambio, hace bonitas fotos del atardecer desde la orilla mientras canta seductoras canciones junto a una agradable hoguera. Lo que no tiene nada de malo (todo lo contrario), pero palidece ante la talla y trascendencia del modelo con el que se ve abocada a medirse.

Creo que simplemente parten de ingredientes similares de la tradición musical americana: el folk, el blues, el gospel o el jazz y, a partir de ahí, encaminan sus pasos hacia un indeterminado punto desde el que enfocar desde otra perspectiva esos modelos del pasado. Es natural que sus caminos se solapen en ocasiones, pero no son y no deberían se vistos como la misma cosa. No le hace ningún favor a esta talentosa joven el ser comparada continuamente con un artista tan ferozmente singular como Tom Waits, alguien al que solo mediante la copia (o algo muy cercano a ella) se puede llegar uno a parecer. En un principio es un truco que puede valer para llamar la atención, pero a medio o largo plazo y por el bien de su carrera debería desprenderse de esa pesada carga, algo que hizo por ejemplo Madeleine Peyroux –con la que también comparte ciertas similitudes– con acierto tras unos inicios también marcados por comparaciones con modelos de leyenda.

Para despedir este comentario, un apunte de su (para mí) faceta más natural y disfrutable, un folk-rock acústico pero denso y vigoroso en el que sus cualidades como intérprete y compositora brillan con luz propia,



Y es que si vemos a Jolie Holland nada más (y nada menos) que como una inspirada intérprete de folk contemporáneo todo tiene más sentido y la valoración que podemos hacer de su obra será más positiva y benévola que si la consideramos una mera y forzada fotocopia de alguien inimitable. Quedémonos con esa imagen. La de una joven con talento que renueva con gusto y sin estridencias la tradición.

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