20 de noviembre de 2015

Ética vs. Estética. Princess Chelsea

Princess Chelsea, ácidas fábulas sociales y techno-pop
La ética y la estética son dos conceptos filosóficos bien definidos. El primer libro serio de filosofía que leí fue “Categorías Estéticas”, del filósofo hispano-argentino Luis Farré. No entendí un pimiento, pero fue agradable dejarse mecer por ese discurso de altos vuelos cuya lógica se me escapaba. En la vida cotidiana, ética y estética tienen significados más difusos, pero se suelen entender –simplificando– como las normas sobre lo que debemos hacer y lo que debemos percibir como bello.


En la práctica, según se ponga el acento en una o en otra, los principios sobre los que se asienta la sociedad serán muy diferentes. En contra de lo que pueda parecer, en la actualidad vivimos una época de dominio de la ética, en la que el juicio estético está subordinado y dirigido por conceptos morales. Las obras que muestran unos comportamientos correctos de acuerdo al código ético vigente son aceptadas y ensalzadas. Las que no, condenadas y rechazadas por inmorales.

The Cigarette Duet (Princess Chelsea)


Princess Chelsea es una artista neozelandesa que después de pasar por diversos grupos cuyos estilos iban desde el punk indie al pop-rock, inició en 2011 su carrera en solitario con el disco (“Lil' Golden Book”) del que está sacada esta canción. En forma de disco conceptual y situado entre el pop indie y los sonidos electrónicos, por debajo de su plástica y brillante capa de felicidad electrónica hay una visión ácida de la sociedad y del ser humano. Como en esta canción, una pimpinilesca discusión en la que chico reprocha a chica que fume, recurriendo a todo lo que tiene a mano: chantaje emocional, amenazas, etc., mientras ella se defiende con una serie de absurdas excusas. Es pop tontorrón, sí, pero un pop tontorrón que ofrece más cosas que la satisfacción fácil e inmediata de unas necesidades musicales básicas, y que –a pesar de su sofisticada producción– consigue trasladar con solvencia al directo. El tono de voz aniñado es, ciertamente, un poco irritante, pero me inclino a pensar que es un elemento que cumple su función en este puzzle de Princess Chelsea que –como, por ejemplo, Los Simpsons– tiene diferentes capas: una obvia y superficial y otras más complejas y retorcidas. Acaba de sacar otro disco conceptual (“The Great Cybernetic Depression”). Una pesadilla distópica ambientada en un futuro en el que la opresiva presencia de la tecnología priva a la gente de su humanidad. Lleno, eso sí, de tonadillas engañosamente felices, como el primero. Lo que no le perdono a esta diva del petardeo gafapasta es que, a mis años, tenga que darme al techno-pop para escuchar algo mínimamente imaginativo.



Fumando Espero


Una chica –impúdica y vulgar, como requiere el personaje de lolita que ha decidido interpretar– espera. Tal vez espera, o sueña que espera, a un hombre como el del cuadro que mira distraída (Proud to be a man, del interesante pintor argentino Fabián Pérez). Alguien que encarne esa estética de la masculinidad ya desaparecida, que por no ir acompañada de una dimensión ética es tomada ahora por inmoral. El hombre del cuadro fuma y bebe, ella también. A través del lienzo y del humo del bar comparten un trago y un cigarrillo, colgados de un tiempo en suspenso que no es el suyo; ni un entonces, ni un ahora. En algún momento saldrá de su ensueño y recordará que no espera a un hombre así, sino a uno de su tiempo. Alguien como el tipo de la canción, más pendiente de la ética que de la estética, alguien que al llegar le abroncará por ir vestida como una fulana, por no parar de fumar, y por estar medio borracha ya. No sabe –ninguno de los dos lo sabe, el hombre del cuadro tampoco lo sabía– que esa eterna batalla entre ética y estética es tan agotadora como fútil, que se escoja el bando que se escoja, se está condenado a la derrota. Y es que el tiempo nos derrotará a todos. Los principios que creemos inmutables, sea aquella fantasía estética o este bienintencionado código ético, son tan mortales como nosotros, y a veces estamos más pendientes de ellos que de las personas que nos rodean, las que nos van a hacer felices o desgraciados. ¿Por qué demonios no podemos ser todos un poquito más razonables, eh? (Nota: para ver la ilustración a máxima resolución, pinchar en la imagen)

Fumando espero. Pero... ¿Qué esperas?
¿Ética o estética? Muchos caen en el vicio ante la duda

No hay comentarios:

Publicar un comentario