4 de diciembre de 2015

Encuentros y despedidas. Robert Forster

Robert Forster, poesía cotidiana de encuentros y despedidas
Encuentros y despedidas son los puntos en los que la psicodélica máquina que es la memoria empieza y termina sus grabaciones. Como los puntos de una secuencia que mejor se recuerdan son los primeros y los últimos, y –a todos los efectos– la memoria configura la realidad subjetiva (la única a la que tenemos acceso), estos eventos juegan un papel crucial en la pervivencia de las personas en el mundo. En nuestro mundo, que –queda dicho– es el único que tenemos.


Esta Canción del Viernes está dedicada a la memoria de Jesús Arias, guitarrista y fundador de TNT y pionero del punk español, que falleció el pasado martes en Granada. A pesar de no conocerle personalmente, el circunstancial trato que tuve con él en alguno de esos raros rinconcitos de chalados que quedan por Internet, hizo que llegase a admirar profundamente la pasión con la que afrontaba el arte y la vida. Aunque estuviésemos en desacuerdo en unas cuentas cosas, lo que queda es el recuerdo de un tipo apasionado e íntegro que murió demasiado pronto. A ver quién tiene cojones a quitarle lo bailao, Sr. Exxon.

Al final, lo más relevante que hacemos en la vida es encontrar a gente de la que luego nos despedimos. El famoso “Todo pasa y todo queda” del poeta es una bella mentira, porque lo que queda es la memoria –poco confiable y engañosa– y al final todos los caminos de los que hablaba conducen al olvido. Lo que queda son mitos y leyendas de la cotidianidad; el recuerdo de haber recordado algo sobre alguien que, en realidad, hemos olvidado. Algunas personas, dotadas de un talento especial, pueden preservar esos recuerdos en algún formato artístico que, al menos, retenga el contenido emocional acerca del que ya pasó. Por ejemplo, en canciones.

From Ghost Town (Robert Forster)


Robert Forster era la mitad de los Go-Betweens, grupo que durante un cuarto de siglo alumbró diez discos de esos que gustan mucho y venden poco, formando junto a su socio Grant McLennan un inseparable dúo compositivo (piensen en Jagger/Richards o Lennon/McCartney). La crítica, en un alarde de falta de imaginación y utilizando de modelo a estos últimos, le atribuyó el papel de Lennon –artista soñador y confuso– dejando para su compañero el de mundano geniecillo pop en busca de la canción perfecta. La verdad es que me da mucha pereza meterme a rebatir ese reparto de roles que ya era incierto en el caso de los modelos. Aun así, como todas las simplificaciones, esta parte de un hecho con trazas de verdad. Forster es un tipo que canta sobre encuentros y despedidas. Encuentra una mujer y sabe que si tuviese que esconderse después de robar un banco, lo haría a su lado. Piensa que el siglo acabará cuando mueran Garbo y Beckett. Ve las cajas de la mudanza y comprende que ella ya es parte del pasado. Su ánimo oscila continuamente entre el arrebatado anhelo de lo eterno y la dolorosa consciencia de que todo es transitorio. Sabe que las huellas que dejan las personas que nos dan esos preciosos momentos que quisiéramos eternos están también condenadas a ser borradas. Burlar a la memoria congelando esos recuerdos en canciones es, quizás, más necesidad vital que meditado enfoque artístico. No hay mayor despedida que la muerte, así que la pérdida de su inseparable camarada en 2006, le dio ocasión de escribir su disco más intenso y emotivo (“The Evangelist”, casi un disco póstumo de Go-Betweens), del que está sacada está canción.



El olvido de los olvidados


El pueblo fantasma de la canción es un sitio destinado al olvido. De ahí solo pueden ir los que allí habitan a un sitio que nadie puede alcanzar; esa penúltima estación, el pueblo fantasma, es la memoria que dejan los que se van de nuestras vidas. Hay una nota de despedida: “Todo es diferente ahora”, de la que el narrador intenta –en vano– extraer algo de lógica. La memoria o el olvido son cosas que no se llevan bien con la lógica, configuran una realidad emocional que tiene unas reglas que no podemos alcanzar a comprender. Inventamos mitos y entidades para procesar en términos familiares ese olvido, a algunos de ellos les llamamos fantasmas. Me pregunto si los fantasmas que habitan esos territorios en los que la memoria se esfuma quedamente también están condenados a olvidar, igual que lo están al olvido. (Nota: para ver la ilustración a máxima resolución, pinchar en la imagen)

Como los Reyes Magos, los fantasmas no existen: somos nosotros
El colmo de un fantasma: vivir en un pueblo fantasma

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