30 de octubre de 2015

Nostalgia de un pasado alternativo. Bernthøler

Las líneas de tiempo paralelas, que dan lugar a historias alternativas, son terreno de la ciencia-ficción (y también, dicen, de la ciencia a secas, pero es difícil extraer algo sugerente de un montón de modelos matemáticos incomprensibles). Sin embargo, es fácil usar la imaginación para hacer conjeturas. ¿Qué hubiese pasado si en tal momento hubiese hecho otra cosa, en lugar de la que acabé haciendo? ¿Qué hubiese sido de mí? ¿Qué hubiese ganado o perdido de haber hecho aquello?


Este tipo de razonamientos, aunque normalmente se hagan referidos a uno mismo, también se puede aplicar a otros. Y –¿por qué no?– también en el mundo de la música a tal o cual artista. La historia, relato verídico de hechos acaecidos, puede ser mejorada usando la imaginación. Los hechos ya no serán verídicos, pero pueden ser más interesantes. Que le den a los hechos, entonces.

Voy a jugar a ese juego. Cogeré un grupo semidesconocido de un país absurdo cualquiera e imaginaré qué hubiese podido pasar si hubiesen hecho algo diferente, algo que hubiese podido hacer mejorar su suerte. Pongamos que el país es Bélgica, pongamos que el grupo es Bernthøler, un grupo que casi no llega a la categoría de one-hit-wonders, aunque esa sea la etiqueta que más se acerca a describir su carrera.

A primera vista, no parecen gran cosa. Una exótica y torpe versión local de cualquier grupo after-punk de los que estaban de moda a principios de los 80, ya saben: Joy Division, Bauhaus, Siouxsie And The Banshees, etc. Sintetizadores, montañas de reverb por todas partes... La pesadilla del sonido ochentero en su máximo esplendor. No parece haber nada que funcione como es debido y que haga que merezca la pena recordarlos. No sé por qué, pero ese tipo de desastre sin paliativos me recuerda a otros más cercanos (ciertamente, no en el mismo estilo, pero con otras afinidades). Pongamos, en esta ocasión, España. Pongamos, Kaka de Luxe.

Donde Kaka de Luxe intentaban sonar como los Sex Pistols tocando canciones de Los Payasos de la Tele, estos Bernthøler –de acuerdo a su tiempo y a sus inquietudes– parecían intentar sonar como Joy Division tocando canciones de la Velvet. Ni los unos ni los otros aparentemente tenían la menor idea de cómo hacer lo que estaban haciendo, pero lo que en España coló por el simple hecho de ser algo novedoso en un país que necesitaba cosas nuevas como el respirar, en Bélgica –supongo que más curados de espantos– no dio para tanto. Concretamente dio para dos singles, el segundo de los cuales (el que recoge esta canción) fue reeditado en el Reino Unido con una cierta repercusión, lo que les dio una mínima y efímera dimensión internacional.



Bernthøler, a pesar de todo, tenían algunas cualidades interesantes, que escuchándoles con un poco de atención (y un espíritu benevolente) se pueden llegar a percibir. Un cierto ánimo experimentador, una tendencia natural a sugerir ambientes de una turbia perversidad, o una facilidad para las melodías pop. Les faltaba el saber concretar y dar forma a esas cualidades en las grabaciones. Inexperiencia, falta de definición estilística... Las razones para ello pueden ser infinitas, pero irrelevantes para esta historia. Me los imagino perdidos en el estudio, a merced de un señor que no para de pulsar un montón de botoncitos, empeñado en llevar a nuevos límites los peores vicios del sonido de la época. En el resultado, claro, quedan sepultadas casi del todo las buenas intenciones y cualidades que probablemente tenían.

Resumiendo, les faltaba un productor. Alguien con experiencia y sentido común que supiese apreciar sus cualidades y las hiciese evidentes en la grabación al tiempo que disimulase sus carencias. Les faltaba, por decir el primer y único nombre que me viene a la mente, John Cale. Alguien que ya había resuelto con éxito la misma papeleta con los franceses Marie et les Garçons, un grupo con tantas limitaciones como ilusión, de los que logró extraer un single redondo (Re-Bop/Attitudes). Cale hubiese estado en su salsa con el material más experimental de los belgas y con la mini-Nico que era Drita Kotaji, cantante albanesa con carisma, fuerte acento y escasa voz que le hubiese hecho babear lo indecible (y un Cale babeante, como quedó demostrado en “Chelsea Girl”, es un valor seguro). Por añadidura, el señor Cale hubiese podido aportar a la grabación un violonchelo como Dios manda, en lugar del espanto sampleado que suena en esta y otras canciones.

Cale babea ante la indiferencia de Nico
John Cale babeando y gélida indiferencia germánica, circa 1966

Imagínense ahora esta canción con unos elegantes arreglos de cuerda, con un piano tocado con sentido, con una voz más clara y superpuesta a unos instrumentos que tampoco se estorban entre sí, una interpretación más decidida, solemne y dulce, como en los discos de Nico... En definitiva: lo mismo, pero bien hecho y con un propósito. Esa sí es una canción que merecería ser recordada. Y las canciones de Bernthøler (no solo esta) no es que estuviesen exentas de cualidades a las que se les hubiese podido sacar brillo... Lo que pasaba es que ni ellos, ni nadie de los encargados de hacerlo, sabían cómo conseguirlo.

Ya fuese porque a nadie se le ocurrió, o por falta de medios o de contactos, Cale no se cruzó en esta realidad en el camino de estos chicos belgas y lo que quedó fue un conjunto de grabaciones emborronadas y una leve nostalgia de los que vivieron aquello que hace que se les recuerde como unos one-hit-wonders menores. Quizás hubiesen podido llegar a ser un grupo de más entidad, quizás no. La historia de la música pop está llena de casos así. Artistas con cualidades a los que les faltaba un elemento clave y determinante que pusiese todo en su sitio y les permitiese salir a flote y distinguirse de otros cientos en su misma situación. El dar con ese elemento o persona clave puede ser la diferencia entre la grandeza y el anonimato. ¿Qué hubiese sido de Joe Strummer si no se hubiese topado con Mick Jones y el resto de los Clash? Tal vez se hubiese quedado en un Wreckless Eric enrabietado, que apenas recordaríamos ahora.

A mí me gustaría pensar que sí, que con un poco de ayuda estos Bernthøler hubiesen podido ser salvados de la mediocridad, que hubiésemos podido disfrutar de un buen puñado de canciones interesantes y del enigmático atractivo de su exótica cantante durante bastantes años. Pero lo que quiera yo pensar es irrelevante, el material en esta línea temporal en la que vivimos, es el que es. En sus manos está el decidir si merece ocupar un trocito de su memoria. O pueden, como yo, darse un garbeo por otras realidades y escoger una que sea más de su agrado. A los hechos, que les den.

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