9 de octubre de 2015

El blues del Atlántico Norte. Maria Teresa de Noronha

Las hojas caídas de otoño, ilustración del blues del Atlántico Norte
Nuestros queridos e ignorados hermanos portugueses, con su carácter melancólico –fruto, sin duda, tanto del húmedo clima atlántico, como de haberles tocado unos vecinos tan ruidosos y molestos como los españoles–, tienen las características adecuadas para cultivar lo más parecido al blues a este lado del Atlántico. Hablo del fado, claro, esa maravilla que hace que uno les perdone hasta que conduzcan como si fuesen miembros de una célula terrorista maoísta.


Olvídense de lo que hayan oído. No, ese papel no le corresponde al flamenco. El flamenco es una cosa complejísima musical y temáticamente, en las antípodas de la elegante simplicidad del blues (o del fado). Esta similitud entre el fado y el blues evidentemente no es genética; los antecedentes de uno y otro no guardan relación alguna. Pero en la música, al igual que en la biología, parece darse el fenómeno de la evolución convergente. Dos músicas destinadas a ser el vehículo del lamento, están condenadas a parecerse.

Pero... ¿Hasta qué punto se parecen? Pues, la verdad, se parecen bastante. Los elementos armónicos (progresiones, etc.) son similares, pero al compartir esos elementos con muchas otras músicas, eso tampoco significa gran cosa. Pero si escarbamos un poco más encontramos más paralelismos. El fado y el blues comparten estructuras muy similares, ambas de carácter lineal y basadas en una secuencia que se repite varias veces –cuatro o cinco, por lo general– a lo largo de la canción. En muchas ocasiones, también hay repetición de elementos dentro de esa secuencia. En el blues, normalmente al principio de la secuencia; en el fado, al final. También hay semejanzas en los temas de los textos, que suelen girar en torno a las ideas de fatalidad, destino y pérdida. El propio término “fado”, proveniente del latín “fatum” (destino), da una idea de ello. En inglés, del latín evolucionó el término “fate”, similar y con el mismo significado, también muy presente en el blues –que, para el despistado que aún no lo sepa, significa tristeza, cercano al portugués “saudade” que se suele asociar a la naturaleza emocional del fado–.

Folhas Caidas (Maria Teresa de Noronha)


Maria Teresa de Noronha era una aristócrata portuguesa y, dicen, uno de los mayores talentos naturales para el fado que haya habido jamás. Lamentablemente, las rígidas normas sociales de la época y grupo social que le tocó en suerte, le impidieron explotar a fondo ese talento y tanto sus actuaciones como sus grabaciones fueron menos abundantes de lo que hubiera sido de desear. Llevar una vida de artista, con todo lo que ello supone, estaba mal visto para las clases altas. Trabajar, en cualquier tiempo o lugar, siempre ha sido cosa de pobres. No es que los aristócratas no le dieran al fado –hay incluso una rama específica del fado, llamada fado fidalgo– pero lo hacían en fiestas privadas o entornos a la altura de los protagonistas, alejados en lo posible de la plebe. Sin embargo, y en contra de lo que su origen podría indicar, Maria Teresa de Noronha se dedicó al fado popular –castiço– más tradicional, con las melancólicas letras usuales y un enfoque muy purista en la forma de interpretarlo –elegante y sin alardes, pero muy expresiva–. En esa forma tradicional de cantar el fado, el fadista debe ir acompañando el tono emocional de la letra, variando la interpretación en cada stanza (estrofa) hasta llegar a un gran clímax al final. Debido a ese enfoque simple y tradicional, es fácil trazar en esta canción los elementos similares al blues que citaba en la introducción, nítidamente representados y ejecutados en esta concisa y hermosa muestra del fado más puro.



Descalzos por el parque


El otoño es una estación fantástica, y no solo porque el pegajoso calor del verano se ha marchado y todavía no ha llegado el frío hostil del invierno. A esa perfecta sensación térmica, hay que añadir la posibilidad de ver a señoritas desnudas retozando entre hojas secas en el parque. No es que nunca haya visto tal cosa, claro, pero me gustaría. Como a donde no llegan la memoria o la vista, puede llegar la imaginación, me he permitido ilustrar esta improbable estampa de otoño para dar así un buen uso a esas folhas caidas(Nota: para ver la ilustración a máxima resolución, pinchar en la imagen)

Otoñal pin-up retozando a ritmo de fado
Estampa de un otoño imaginario: las posibles ventajas del calentamiento global

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