14 de agosto de 2015

Imaginación y copias. Garth Hudson

Autorretrato de chica joven, imaginación y copia
Incluso en el mejor de los casos, la creación es un proceso de copia. En ese caso lo que se copia es la propia imaginación del artista que –está demostrado– se nutre de lo existente, de la experiencia del sujeto. Por eso precisamente, lo que importa no es solo lo que se copia, sino cómo se copia; cuánto de esa experiencia e imaginación propias se pone en lo creado, aunque la base de la que se parta sea algo previamente creado por otro. En la música, tenemos como ejemplo las versiones.


Todos los aficionados a la música pop gustamos de escuchar una versión de una canción en la que un artista nos enseña algo viejo, visto con una mirada nueva y poniendo su personalidad en ella. No siempre es así, hay veces que la rutina y la pereza presiden esa recreación y no se aporta nada nuevo. Hay copia, pero no imaginación. Me alegra decir que en esta ocasión es todo lo contrario –no podía ser de otra manera, tratándose de quien se trata– y que el resultado prácticamente se escapa de la definición de versión.

Garth Largo (Garth Hudson)


Garth Hudson –conocido sobre todo por haber sido miembro de The Band– es, probablemente, uno de los músicos más versátiles y con más gusto interpretativo del siglo XX. Cosas como esta lo demuestran: Hudson coge el segundo movimiento de la Sinfonía del Nuevo Mundo de Dvořák y la convierte en una etérea nana con suaves aromas de jazz de New Orleans. El arreglo y la parte instrumental corresponden al bueno de Garth, y su mujer aporta una voz de tonos fantasmales que redondea brillantemente el conjunto. El tema aparece en un disco, llamado simplemente Largo que, en su mayor parte es rock and roll americano por derecho (más alguna perla ajena al género como esta), con una lista de colaboradores tremebunda (además del propio Hudson y entre otros: su compañero de The Band, Levon Helm, Taj MahalCarole King o Willie Nile) y un nivel, en fin, al que ya no estamos acostumbrados en estos tiempos. Como corresponde al mundo cateto e ignorante en el que vivimos, el disco pasó bastante desapercibido en su momento y hoy en día es inencontrable.



Las tres Gracias


Las tres chicas: la del espejo, la del lienzo y la real –que tampoco es real, pero en ese estrecho mundo de los pixels que conforman la imagen, lo es– son copias. La del lienzo, copia de la del espejo; la del espejo, de la real; y la real, de mi imaginación. El concepto en sí tampoco es nuevo, Velázquez o Norman Rockwell (en el rincón) imaginaron –copia más, copia menos– cosas parecidas y, faltaría más, las hicieron mucho mejor. En cualquier caso, la atmósfera de esta copia imaginada creo que encaja bien con la que recrea el señor Hudson en su canción. También he imaginado que al otro lado de la puerta, desde donde entra la luz, suena una nana etérea con aires de jazz de New Orleans. Pero eso son cosas de mi imaginación que no pueden ver, así que tendrán que fiarse de mi palabra. (Nota: para ver la ilustración a máxima resolución, pinchar en la imagen)

Chica pintando autorretrato, múltiples planos de realidad e imaginación
La chica no pinta tan bien como Velázquez, pero es mucho más sexy

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