3 de julio de 2015

Las mantis no montan en bici. Anita Lane

Anita Lane, engañoso ángel
No todo en la música pop son brillantes estrellas, artistas carismáticos de largas carreras, músicos de culto, one-hit wonders o practicantes de géneros minoritarios aupados por colectivos especializados. Hay artistas que desafían hasta la clasificación más exhaustiva y con carreras discretas se hacen un pequeño hueco sin pertenecer a ninguno de esos grupos. Algunos de ellos son más conocidos por sus relaciones con algún músico que sí está adscrito a alguno de ellos.


Los ex de alguna estrella del rock son, probablemente, uno de los casos más comunes. Por mucho que el aficionado medio al rock se embadurne de dignidad y altas miras artísticas e intelectuales, es tan cotilla como las porteras de los chistes de porteras. A todos nos fascina saber lo que pasa entre las sábanas de las personas que nos interesan. No se molesten en negarlo.

Algunos consiguen superar ese estigma original y convertirse en artistas reconocidos por derecho propio, como Rickie Lee Jones (ex de Tom Waits) o Marianne Faithfull (de Mick Jagger). En otros, más tarde o más temprano, el hype se desinfla al no tener gran cosa que ofrecer. Luego están los que quedan en un limbo indeterminado, sin terminar de alcanzar gran popularidad, con carreras no demasiado prolíficas, que tienen detalles interesantes que ofrecer y que no terminan de despegarse del sambenito en cuestión. Por ejemplo, Anita Lane, conocida inicialmente por su relación con Nick Cave y colaboradora esporádica de los Bad Seeds y otros artistas de su órbita. No sé muy bien el porqué, pero desde que la escuché y supe los detalles básicos de su biografía, me vino a la mente otra persona: Nico.

Ciertamente, se puede figurar un paralelismo entre la vida y la obra de Anita Lane y las de Nico: inicial implicación artística y personal con grupos de culto y sus miembros –Velvet Underground/Lou Reed/John Cale en el caso de Nico, Bad Seeds/Nick Cave en el de Anita–, exigua carrera en solitario posterior amparada en colaboraciones con miembros de esas antiguas bandas y capacidades como cantante escasas, más basadas en la personalidad o el carisma que en la voz. No obstante, su música no está en las mismas coordenadas que la de Nico, el paralelismo del que hablo es más sutil y circunstancial, pero no menos cierto. Escuchen (y... bueno, también pueden echar un vistazo a la señorita, si es lo que están deseando).



Para ser sinceros, respecto a Nico, Anita está un paso por delante en casi todos los aspectos. Aunque sus  capacidades vocales estén igualmente limitadas, sabe sacarle mejor partido a su voz susurrante y como compositora es más fecunda y talentosa, capaz de crear sugerentes canciones de carácter singular. En lo único que le saca ventaja Nico es en el pedigrí de sus acompañantes (por mucho que se empeñen Cave y sus muchos fieles acólitos, él no está, ni de lejos, a la altura de un Cale o un Reed)

Con ese delicado y deliberado equilibrio entre fresca inocencia y sofisticada perversidad, su música tiene las mismas probabilidades de sonar en un anuncio televisivo de unos grandes almacenes que en el hilo musical de un sex-shop. Esa ambigüedad y versatilidad son lo que hacen de ella una artista interesante. No puedes saber si vas a ser salvado o condenado después de escucharla; es una mantis religiosa pop que después de incitar al vicio con manierismos angelicales, puede acabar arrancándote la cabeza.

Las hembras de la mantis religiosa, conviene recordar, durante el proceso de apareamiento le arrancan la cabeza al macho. Tiene su explicación: lo que le interesa no es eso, está un poco más abajo... bueno, tampoco le hace ascos a un apetitoso aperitivo como ese, pero es secundario. Esta conducta es posible que no sea totalmente desconocida en otras especies, incluidos mamíferos bípedos.

No solo las curvas son peligrosas. Anita, la depredadora
Anita Lane devorando a Bambi, inocencia y peligro en una mantis religiosa pop

¿Tendrá esto algo que ver con la expresión: “perder la cabeza por una mujer”? En otros tiempo esto suponía un grave problema, ya que los señores usaban la cabeza, fundamentalmente, para ponerse el sombrero. Hoy en día, para bien o para mal desaparecidos los sombreros (guardias de tráfico aparte), es posible que haya un montón de tipos andando por ahí sin cabeza y sin siquiera ser conscientes de ello. Es posible, por tanto, que Nick Cave perdiese la cabeza en su momento y todavía no la haya encontrado. Bueno, eso explicaría muchas cosas.

Desconozco si Nico, además de las similitudes biográficas y artísticas, compartía el carácter depredador que, en rigor, tampoco puedo atribuir a Anita Lane más allá de su imagen. En cualquier caso, la señorita Lane, al menos hasta la fecha, ha tenido el buen criterio de no llevar los paralelismos más allá y no caerse de la bici y matarse. Probablemente consiga seguir evitándolo, montar en bici a estas alturas sería algo demasiado hippie para ella. Y, además, las mantis no montan en bici.

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