13 de marzo de 2015

En los límites de la realidad. Sonny & Cher

Sonny & Cher. La prueba de que la justicia divina no existe
En la música pop, al igual que en cualquier otro terreno, hay una serie de sobreentendidos. En cualquier circunstancia se espera de alguien que haga algo, normalmente porque previamente otros en la misma circunstancia han hecho siempre una determinada cosa y eso es lo que se espera. Pero a veces surgen respuestas anómalas, hechos sin precedentes, visionarios, espíritus libres que rompen con las convenciones. Otras veces, lo que surge es algún caradura.


Caraduras ha habido siempre, no nos engañemos. Motivados por la desidia y movidos por un ingenio digno de mejor causa, a estos no les importa y hasta buscan subvertir las expectativas si con ello se ahorran algún esfuerzo. No hay que confundirlos con los vagos, que pertenecen a otra especie. El vago no busca engañar a nadie ni hace ostentación de su peculiar modo de afrontar el esfuerzo; la vagancia es un hecho íntimo y privado y, por ello, es digna de consideración y respeto (de todas maneras, el trabajo está sobrevalorado). Lo del caradura es diferente, él quiere que le rían la gracia y eso sí que no. ¡Hasta ahí podíamos llegar!

Volviendo al tema de las expectativas, en el mundo de la música pop y, más concretamente, en el terreno de las publicaciones discográficas se espera, fundamentalmente, que los discos contengan canciones. Ha habido ocasiones en que los músicos, por diversas razones, han dicho "esto es lo que hay, esto es el disco" y lo que había no eran realmente canciones. Normalmente esto ocurre porque el artista tiene un profundo cabreo y quiere tocarle las narices a alguien; su compañía discográfica, los críticos o el público en general pueden ser objetos de la ira del artista que presenta deliberadamente un producto defectuoso con el muy razonable y noble propósito de fastidiar a alguien.

Un caso notable fue el de Van Morrison, que a mediados de los 60 le entregó a su compañía discográfica de por aquel entonces (Bang Records) 31 canciones improvisadas desganadamente sobre la marcha, grabadas del tirón acompañado de una guitarra desafinada para cumplir su contrato con la compañía y quedar libre. Escuchen este "Want a dannish?" si quieren tener una idea de en qué consistía este hit del dadaísmo pasivo-agresivo. Lou Reed contribuyó a esta tradición del sabotaje discográfico con "Metal Machine Music", disco doble lleno de simple y puro ruido. No está muy claro de a quién pretendía fastidiar el malencarado Reed, pero es probable que se tratase de sus más cordiales enemigos: los críticos musicales. Obligarles a escuchar esto para luego responder a alguna aguda observación del entrevistador sobre algún pasaje determinado: "¿De verdad has llegado a la tercera cara? Estás loco, tío" se convirtió en un clásico del vitriólico humor de Reed en la ronda de entrevistas posterior a su publicación. Lester Bangs, al menos, se tomó el disco con humor. Hay más ejemplos, pero vamos a centrarnos en algo... diferente.

Todos estos casos, como queda dicho, se producen contra algo o contra alguien. En la mayoría de los casos, ni se espera que el resultado sea publicado o, en cualquier caso, la publicación es una broma o una provocación. El caso de esta canción del viernes es totalmente diferente. Todo parece indicar que a Sonny Bono (al menos), le pareció una buena idea. Sonny –que había iniciado su carrera componiendo canciones de rock and roll a finales de los 50 en la legendaria Speciality Records para posteriormente pasar a trabajar para Phil Spector– era el compositor del dúo Sonny & Cher y escribió un puñado de bonitas canciones de almibarado e inocente pop para que su esposa Cher luciese su voz (mediocre) y su palmito (superior) a su lado. Antes de pasar a considerar nada, escuchen esto:



Los casi tres minutos de esta grabación están dedicados a explicar que no tiene una canción y que tal circunstancia le tiene absolutamente sin cuidado, al igual que no tener la menor idea de música. Por algún extraño motivo como... no sé... encontrarse en un estudio de grabación, Cher parecía creer que iba a cantar una canción y se muestra algo perpleja ante lo que está sucediendo, ignorante del visionario plan de su marido, pareja artística y caradura practicante. Los diálogos parecen sacados de alguna película de Billy Wilder o de los hermanos Marx.

Cher: creo que deberías hacer primero la música, antes que la letra.
Sonny: ¿qué música?
Cher: la de la canción
Sonny: no hay ninguna canción
Cher: no, en serio...
Sonny: en serio... ¿qué? No hay ninguna canción, solo estoy tonteando con el piano y de todas maneras solo me sé siete acordes, así que qué más dará.

Lo más notable de todo este despropósito es que tal tontería colase. Es decir, al fin y al cabo, la mayoría de este tipo de sabotajes amusicales no están destinados realmente a la publicación, sino a fastidiar a alguien que, probablemente, algo habría hecho para merecerlo. Sin embargo, esto fue publicado realmente en la cara B del single "But you're mine" (y como extra en posteriores reediciones de "The Wondrous World of Sonny & Cher") sin que nadie pareciese merecerlo; ni la compañía, ni la crítica, ni sus fans: todos adoraban a Sonny y Cher. El que se publicase demuestra que no era una oscura venganza y quiere decir que no solo al anormal de Sonny le pareció una buena idea, sino que a los de la compañía de discos, por lo menos, no les pareció una tomadura de pelo, algo realmente inexplicable. Bueno... eran los 60 y, ya se sabe, andaban todos drogados... Además, nunca nadie escucha las caras B de los singles, igual ni se dieron cuenta... Lo siento, no se me ocurren más explicaciones.

Las conclusiones que se desprenden de todo esto son algo inquietantes. Primero: que alguien tan inteligente como un bocadillo de calamares encebollados, tan sensible como un ladrillo y con la voz de un cuervo afónico como Sonny Bono haya compuesto y grabado piezas tan bonitas como "I got you babe" o "Little man" demuestra que para hacer música pop de primera no hay que ser ningún genio. Segundo: que Dios le recompensase por tal despliegue de virtudes con Cher, demuestra, o bien que Dios no existe o que, en el caso de existir, es un señor mayor que padece de párkinson y escribe con renglones total y absolutamente torcidos.

La próxima vez que piensen que tal disco tiene canciones de relleno o que ese single tiene una cara B flojilla, pueden consolarse pensando que las cosas no solo podrían ser peores, sino que, de hecho, a veces lo son. Hay mucho caradura suelto, así que ya saben: tengan cuidado ahí fuera.

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