28 de noviembre de 2014

El camino desde las montañas a la llanura. Scorpions

Scorpions. Jóvenes aprendices psicodélicos
En la orografía de la música se pueden distinguir distintos tipos de accidentes. Valles recónditos desde los que vienen lamentos o goces íntimos, escondidos en la medida de lo posible del mundo exterior, recogidos sobre sí mismos. Llanuras extensas en las que no puede esconderse la sorpresa, todo es previsible y tranquilizador y mucha gente puede compartir la misma experiencia. O montañas escarpadas salpicadas de barrancos desde las que el cielo está un poco más cerca.


El estilo musical, la época y el carácter de los artistas determinan el lugar en el que se ubican. En la mayor parte de los casos, a pesar del tipo de evolución que puedan tener, algo permanece. Es especialmente cierto en artistas con fuerte personalidad y fieles a determinadas señas de identidad. En otros casos el cambio estilístico es tan pronunciado que solo puede describirse en términos de un viaje a otro paisaje completamente diferente. Es el caso de los invitados a esta edición de la canción del viernes, los alemanes Scorpions, universalmente conocidos por ese heavy-metal simple y enérgico (y un poco tontorrón) pero que en sus inicios se movían en unos terrenos completamente diferentes. Unos terrenos, creo, completamente alienígenas para el jebi medio y que le pueden provocar una caída masiva de tachuelas tan súbita como la que sufrió en su frondosa cabellera su simpático cantante.



En este vídeo se les puede ver (literalmente), en esas montañas de las que hablaba en un principio. Más allá de la común iconografía de este tipo de video-clips de bajo presupuesto propios de aquella época y que –tengo que reconocerlo– me viene de perlas para ilustrar la esotérica metáfora que intento transmitirles, está la esencia del asunto. La música. Una música propulsada por ondulantes riffs y solos de guitarra en espiral que intenta (con mayor o menor acierto, eso no es lo relevante) elevarse a mayor altura. Más influenciada por los guitar-hero del rock psicodélico o progresivo (Santana o Hendrix) y por la psicodelia campestre británica de unos Jethro Tull que por los godfathers del metal que por aquellos años estaban poniendo las primeras piedras del género (Black Sabbath, Deep Purple o Led Zeppelin). Hay también alguna otra similitud curiosa y bastante evidente que me dejo para más adelante. Esperen un poco, que merece la pena.

El pálpito progresivo les duró poco; un disco y medio más o menos. Este primero (Lonesome Crow) y el segundo (Fly to the Rainbow) que vino a ser una especie de transición entre ambos mundos. Entiéndanme, no es que fueran la octava maravilla de la psicodelia, no deja de ser una imitación algo torpe e inocentona, pero es un estilo que me simpatiza bastante. De hecho, creo que estaban mucho mejor dotados para el estilo por el que fueron conocidos más tarde, esos himnos de rock metálico y saltarín con los que conquistaron el mundo una década más tarde.

Scorpions. La electrocutada sonrisa del circo del metal
La dura dentadura del metal en su mayor esplendor

Sin embargo esos primeros discos todavía me resultan muy agradables de escuchar; acompañados de la dosis justa de buena mierda marroquina me ponen la cabeza en órbita tan eficazmente como cualquier cosa de Hendrix o Creation, mientras que de su estilo posterior puedo escuchar (y disfrutar, no me avergüenza reconocerlo) una o dos canciones seguidas a lo sumo, no importa la sustancia con la que los acompañe (supongo que una enorme jarra de cerveza alemana es lo que más le pega).

La similitud evidente de la que hablé antes (quizás sería más correcto llamarle simple y llanamente plagio) es, nada más y nada menos, que con el oscuro y legendario grupo de prog-rock patrio Pan y Regaliz. Escuchen este Waiting in the monsters garden y compárenla con la canción de Scorpions. La diferencia es que los españoles, además de no copiar, hicieron una canción y los alemanes una sucesión de solos y psicodélicos lamentos. Ventaja, pues, para nuestros melenudos compatriotas. Se puede imaginar fácilmente a una panda de bigotones teutones de vacaciones en alguna playa española asistiendo a un bolo de nuestros paisanos y diciendo "Hey, esto mola, deberíamos hacer esta mierda". Quizás fue al darse cuenta de que el resultado (la copia) no era para tanto, cuando decidieron bajar de las montañas. En esta hipótesis (un tanto retorcida, lo reconozco) hace que tanto el inicio como el cambio de estilo de Scorpions se pueden atribuir a españoles. Para que digan que siempre vamos detrás de los alemanes.

O sea, que bajaron de las montañas a la llanura y vivieron felices. Un bonito cuento con final feliz. Se dejaron en su psicodélica casa de las montañas esa ansia exploradora de nuevos territorios, ese impulso vertical que arrastra los sentidos y alimenta el vértigo. Son cosas sin las que se puede vivir y, como dije, tampoco es que estuvieran especialmente dotados para explotarlas, pero siempre que se deja algo atrás queda un vacío, un sentimiento de pérdida. Me pregunto si echarán de menos esas cosas.

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