21 de noviembre de 2014

La voz de esos sueños raros. Julee Cruise

Julee Cruise. You can get into my dreams, baby
Es cierto que la música nos puede hacer soñar despiertos (también hay músicas que nos pueden hacer caer dormidos, pero esa es otra historia). La cuestión es: ¿los sueños tienen música? Ciertamente, el principal sentido implicado en la narrativa onírica es el visual, seguido a mucha distancia por el tacto, encontrándose las experiencias sensoriales asociadas a otros sentidos bastante lejos. Hay abundante literatura científica sobre estas materias que –aunque útil– es en cierto modo insatisfactoria.


Esos estudios científicos son insatisfactorios porque por mucho que describan las partes del cerebro implicadas o la activación neuronal que causa determinadas ondas cerebrales durante el sueño, les es imposible describir con los medios actuales la experiencia misma del sueño, que tiene que ser referida por el sujeto del experimento una vez despierto. Esa experiencia es inalcanzable por medios objetivos. En definitiva, el yo onírico y el yo consciente que refiere la experiencia del sueño no son el mismo. El yo consciente se ve obligado a reconstruir con herramientas cognitivas atadas a la realidad una experiencia sustantivamente alejada de esa misma realidad. Sobra decir, por tanto, que lo que recordamos haber soñado no es lo mismo que soñamos y, dado que esto no lo estoy escribiendo en sueños, tendré que atenerme a la idea y el recuerdo que tenemos de los sueños cuando estamos despiertos.

Quizás algún día inventen una máquina que registre la misma experiencia sensorial durante el sueño y podamos salir de dudas. Hasta que tal aterradora maquinaria pueda ser usada, tendremos que contentarnos con aproximaciones y conjeturas parciales como esta. Voces como la de Julee Cruise que nos canta desde más allá del mundo real y que, aun estando despiertos, conjura en nuestro ánimo una sensación onírica, embriagadora e inquietante a partes iguales.



No en vano se ha dado en llamar a este estilo musical dream pop. Un estilo que, si bien no fue inventado por Julee Cruise, quizás haya sido ella una de las que lo ha llevado a su máxima expresión, no necesariamente en su faceta puramente artística, pero sí en llevar el concepto y la experiencia hasta sus últimas consecuencias. También, para ser justos, habría que decir que el cerebro e instigador de estas canciones no es la propia Cruise, sino el exquisito perturbado que es David Lynch. Fue la imposibilidad de usar una canción de This Mortal Coil –aunque la canción fuera una versión de Tim Buckley– para su película Blue Velvet (pedían por los derechos bastante más de lo que la productora estaba dispuesta a pagar), lo que desencadenó el fenómeno. Lynch le dio a Angelo Badalamenti –que no era el oficialmente encargado de la banda sonora, pero que había colaborado en la grabación de la interpretación de la canción Blue Velvet por Isabella Rossellini– una letra aparentemente tontorrona y absurda, sin rima ni ninguno de los otros elementos típicos en una canción y, para terminar de desconcertarle, unas indicaciones vagas sin mucho sentido "Algo como el viento, como el mar, que flote; sin principio ni final, etéreo y bonito". Badalamenti, finalmente (Dios sabe cómo) lo hizo, usando a una ayudante suya como cantante. El resultado, Mysteries of love, fue incluido en la banda sonora y fue el inicio de la colaboración entre Lynch, Badalamenti y Cruise que dio lugar a dos discos a nombre de la cantante (pero con las canciones escritas por Lynch y Badalamenti), con muchas de esas canciones incluidas en bandas sonoras de otras obras de Lynch, fundamentalmente la de Twin Peaks.

La canción del viernes de esta semana (I remember), al menos hasta donde yo sé, es una de las pocas no incluidas en ninguna banda sonora y sin embargo creo que es una de las que mejor refleja ese ambiente onírico. Una aparentemente minimalista y desenfocada jukebox reproduce una canción pop blandengue y tontorrona de una época pasada indeterminada y feliz, apelando más a un recuerdo emocional, nostálgico e impreciso que a ninguna experiencia sólida y tangible. Todo es borroso, impreciso, distante. Nos reconforta oír algo que creemos haber oído mil veces, aunque sea de una manera fantasmal, preñada de una amable irrealidad. Es posible que no todo esté en su sitio pero... sí, hay un sentimiento cálido flotando en el ambiente, quizás algo como un aroma a bollos recién horneados. Algo bonito y etéreo, sí...

Voz angelical y piernas como columnas jónicas, debería estar en un museo
Una llamada desde el mundo de los sueños a precio de llamada local

Pero, al igual que en las películas de Lynch, nada es lo que parece. Hay cosas inquietantes en los sueños y en los recuerdos, cosas que continuamente intentamos olvidar... Normalmente lo conseguimos, pero en los sueños y en la retorcida mente de Lynch eso, sencillamente, no es una opción. Súbitamente todo se vuelve extraño, las disonancias atacan desde todas direcciones, la letra se vuelve ininteligible e inquietante... ("Sent seven red birds up my spine" debe ser una de las frases más extrañas incluidas en una canción pop, ni el Dylan más alucinado llegó tan lejos). Luego, como si nada hubiera pasado, amanece. Una mañana radiante lentamente se despliega al otro lado de la ventana. Otra tonta canción pop suena en la radio, dejando solo un vago recuerdo de que algo raro ha pasado en algún momento del sueño. Algo que, acaso, no debería haber ocurrido. Afortunadamente conseguimos olvidar casi todo –estamos hechos para el olvido, gracias a Dios–. Pero a algunos, a veces, nos es grato recordar lo olvidado, hasta esos tibios horrores incomprensibles y cotidianos que automáticamente archivamos en ese rincón de nuestro cerebro al que solo pueden acceder los sueños.

Julee Cruise no es una gran cantante, ni una creadora con genio. Su exigua carrera musical no pasará a la historia de la música pop. Es solo una chica con una voz angelical y acariciante que estaba en el momento adecuado con la gente correcta para fabricar un puñado de canciones bañadas de un ambiente raro que pueden resultar seductoras en ciertos momentos para ciertas personas. Sirva como despedida de esta canción del viernes y como recuerdo a esta figura menor del pop, este vídeo con una de sus raras interpretaciones en directo.



Julee Cruise: nada más (y nada menos) que  la voz que acuna estas deliciosas y cálidas pesadillas que, como el mundo, son un lugar raro, a ratos escalofriantemente bonito e inquietante. You can get into my dreams anytime you want, baby.

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