29 de agosto de 2014

La búsqueda. Cécile McLorin Salvant

Cécile McLorin Salvant. La eterna búsqueda
En la música popular –y el jazz lo es, a pesar de los esfuerzos por desgajarla de ese árbol– se suele mirar al pasado con nostalgia y admiración. En ningún otro terreno de la cultura se usa más el dicho "cualquier tiempo pasado fue mejor"; la mayoría de las veces, no sin motivos. Pero hay veces en las que el pasado, el presente y el futuro se dan codazos para meterse en la piel de un artista singular. ¿Nos encontramos ante uno de esos raros casos o es un espejismo?


Yo –que vivo ignorando en la medida de lo posible el mundo de las novedades y las tendencias, haciendo mis excavaciones en busca de nuevos tesoros en las periferias del sistema–, me he visto sorprendido por la irrupción en medios masivos de esta muchacha. No había sufrido una epifanía de este calibre desde que hace ya muchos años, una calurosa noche en la que intentaba conciliar el sueño en el sofá con la tele encendida, una voz que venía aparentemente de otro tiempo me despertó. Era Madeleine Peyroux. Me impactó su voz, tan a lo Billie Holiday; el cómo actualizaba con gusto y naturalidad esos referentes tan lejanos, combinando sutilmente el jazz con el pop o el rock. Lo que he sentido con Cécile McLorin Salvant, que es el nombre de la muchacha en cuestión, es sustancialmente diferente. Este vídeo ha sido mi primer contacto con ella:



Las referencias se vienen abajo. No es algo antiguo hecho de una manera moderna. Es algo que, tal cual lo hace, tiene el mismo sentido ahora que el que hubiese podido tener hace cincuenta o setenta años. Es atemporal. No es jazz con algo de pop ni artificios semejantes –algo perfectamente válido y disfrutable–. Es JAZZ... Cierto que hay blues ahí, pero el blues corre naturalmente por las venas del jazz. Es privilegio del artista acentuar o mitigar esa expresión. Ella, bendita sea, lo tiene (el blues) y lo muestra. Es algo puro. Es puro y emocionante... y es de verdad. Tan de verdad que sorprende que esté pasando, ahora mismo. Hace que nos preguntemos dónde está el truco... tiene que haberlo, ¿no? Bueno, yo no se lo veo. Es cierto que cantar a capela puede juzgarse como algo efectista, pero también desnuda al artista, hace que se le vean las vergüenzas (si las tiene). A mí me parece que su grandeza es genuina y que la mantendrá si consigue mantenerse apartada de la gente que pueda querer convertirla en otra cosa que no sea lo que ella es de una manera natural.

Referencias hay, claro, y se pueden mencionar. Un poco de Ella Fitzgerald –esos tonos profundos, de madera ahumada; ese manejo de la dinámica, pasando del susurro a la explosión controlada–, un algo más de Bessie Smith –la expresividad, ¡el blues!–, pero todas las referencias están integradas de una manera tan honda y sincera en su propia personalidad que honran por igual al referente y al resultado que es esta muchacha de 25 años. Una joven que hasta hace unos pocos años no había tenido un contacto serio con el jazz, habiendo recibido una formación musical más relacionada con la música clásica. Sorprendente.

En la entrevista en la que tomé contacto con ella hay mucho más que ese llamativo vídeo que me abrió los ojos y las orejas. Hay una personalidad llamativa e interesante, con muchos matices; hay una madurez, vestida de ingenuidad, impropia de alguien de su edad; hay también –curiosamente– una inseguridad impropia de alguien de su talento. Hay, finalmente –me ha llamado mucho la atención–, una genial muestra de sinestesia: "Busco un sonido que sea como una bola de madera cálida y crujiente [...] hay momentos en que me aproximo a esa bola de madera y es una sensación muy emocionante, pero siento que todavía no he logrado dar con lo que busco".

Para terminar, creo que estaría bien escucharla en un contexto más natural para lo que hace. En directo y acompañada de una buena banda (el pianista, desde mi atrevida ignorancia, me parece realmente sobresaliente). Aquí interpreta dos piezas; "Nobody" y "Yesterdays", la segunda de ellas –para mí– algo que roza lo sublime y donde demuestra todas las cualidades de su personal estilo interpretativo.



Ojalá, niña, encuentres algún día esa bola de madera cálida y crujiente –al menos, no dejes de buscarla– y podamos todos disfrutar tanto de la búsqueda, como del hallazgo.

2 comentarios:

  1. Suscribo tus palabras, una a una y añado algunas de mi propia cosecha sin, al igual que tu, acudir a referencias.
    Tiene ese punto jugueton de las grandes del jazz que parece trivial, pero que es dificilisimo y, a mi juicio, emana del amor a lo que hace. Tiene que ser una delicia verla en directo.
    Tiene un timbre de voz calido, firme y atemporal.
    Impagable lo que me has hecho conocer. Un millon de gracias (y otros tantos tragos de whisky)

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